domingo, 11 de diciembre de 2011

Incoherencias escritas en una tarde de domingo antes de estudiar

La cara oculta de cada sonrisa es una lágrima no derramada.
Palabras. Fotografías que revelan en silencio los secretos de mi alma. No por llamarlas tonterías van a perder importancia.
La distancia es relativa a la intensidad del brillo de la luna que, sin saberlo, miramos a la vez. La que nos separa no es nada si la comparamos con la que hay entre estrellas.
A veces un te quiero suena demasiado bien. Mejor oírlo en persona.
Los días como hoy deberíamos pasarlos juntos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Primera y seguro que no última versión de una cuarta canción incoherente

Somos quienes somos, te guste o no.
Somos como somos después de caminar
cada uno de los pasos de la vida.
Somos quienes somos, te guste o no.


Si ríes o si lloras de corazón,
si sientes como sientes es por como fue
cada risa y cada llanto de tu vida.
Si lloras o si ríes, te guste o no.


Tú eres cada beso, cada instante que se fue,
cada lágrima caída, cada sueño que acababa.
Tú eres todas las miradas que cruzaste sin querer,
todas las huellas que dejaste a tu espalda 
y que ahora olvidas.



Cada piedra del camino te obligó a caer.
Cada vez que te caíste aprendiste que al final
levantarse es lo valioso de la vida.
Cada piedra del camino, te guste o no.



Tú eres cada beso, cada instante que se fue,
cada lágrima caída, cada sueño que acababa.
Tú eres todas las miradas que cruzaste sin querer,
todas las huellas que dejaste a tu espalda.



Tú eres cada gesto, cada abrazo que se fue,
cada risa compartida, cada sueño que empezaba.
Tú eres todos los recuerdos que olvidaste antes de ayer,
todas las huellas que dejaste a tu espalda.



Tú eres cada beso, cada instante que se fue,
cada lágrima caída, cada sueño que acababa.
Tú eres todas las miradas que cruzaste sin querer,
todas las huellas que dejaste a tu espalda 
y que ahora olvidas.


Somos como somos, te guste o no.



domingo, 13 de noviembre de 2011

Incoherencias que a veces necesitas

A veces necesitas que alguien te diga lo que quieres oír, otras simplemente que no te digan nada.
A veces necesitas que alguien te enfrente a la realidad, otras que tejan para ti un universo aparte.
A veces necesitas que espanten tu soledad con un abrazo, otras que la que te abrace sea la soledad.
A veces necesitas recordar el tiempo que pasaste con alguien, otras que alguien se olvide para siempre de ti.
A veces necesitas gritarle al vacío tu dolor, otras que tu voz no se oiga más que en tu cabeza.
A veces necesitas perder un poco de tiempo en ordenar tus pensamientos, otras que el tiempo te agobie para no poder pensar.
A veces necesitas que alguien te haga sonreír, otras que te preste un hombro en el que llorar.
A veces necesitas que finjan que no se dan cuenta de que estás mal, otras que te pregunten aunque parezca que estás bien.
A veces necesitas que alguien te empuje hacia delante, otras que sean tu vía de escape hacia atrás.


Hay muchas cosas que unas veces necesitas y otras no. Pero lo que hasta el malo de la peli siempre necesita, le guste o no, es sentirse querido aunque solo sea por sí mismo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Incoherencia de un día de niebla gris

Hoy es un día de niebla gris.


Esqueletos vivientes y ya desnudos de la tierra alzan, en un último esfuerzo desesperado, sus brazos para anclarse al viento, intentando escapar al paso de un tiempo que ya los ha dejado atrás.


No llueve, pero el agua moja el asfalto sin llegar a acumularse. Máquinas sin alma se deslizan sobre esta cama de humedad condensada. Pasan de largo, veloces, sin mirar cómo a su lado los esqueletos desnudos se ennegrecen sin llegar a morir.


El viento no viene frío, pero enfría cualquier superficie al descubierto de mi cuerpo cálido. Los escalofríos que recorren mi espalda son más rápidos que el tiempo. No quiero ni imaginarme los escalofríos que recorrerán esos huesos negros emergentes de la tierra y anclados en el aire, completamente desprovistos de abrigo y vida... 


...y a la vez me pregunto cómo sería ser como ellos, dejar de sentir, morir casi por completo y despertar en primavera, mucho más cerca del momento de volver a la calidez de tus abrazos que, como el sol, me llenarían de vida.

lunes, 31 de octubre de 2011

Incoherencia en bruto


Intento ordenar lo que, por definición, es caótico, como un metrónomo que trata de marcar el inexistente compás de los ruidos del tráfico en pleno atasco.
Ínfimo frente a un universo infinito.
Olvidado como la piedra que David no cogió para vencer a Goliat.
Un punto en la lejanía, el último de una recta sin principio ni final que pasa por donde se encuentran los restos del humo que se ha llevado el viento y el recuerdo de las huellas que sobre la arena ha borrado el mar.
Una lágrima de incógnito en una tarde de lluvia sin paraguas.
El peso en el pecho de un grito liberador reprimido.
Un instante perdido, como el último de lucidez antes de caer dormido.
El vacío que deja un adiós de más y un abrazo de menos en una despedida, equiparable al que rodea a esa estrella apagada por las luces de neón de la ciudad en la que el tráfico ahoga los latidos del metrónomo que, en vano, sigue intentando organizar este caos de incoherencias del que están formados mi pensar y mi sentir.

viernes, 21 de octubre de 2011

Prólogo de una historia incoherente, aún por terminar

Eran dos. Al principio eran dos. Noche y día. Blanco y negro. Luz y oscuridad. Creación y destrucción.
Eran dos, y eran opuestos. Opuestos y todopoderosos. Y como eran opuestos y todopoderosos, se odiaban. Se odiaban y se peleaban. Estaban en guerra continua. Si uno creaba, el otro destruía. Donde había oscuridad, el otro imponía luz...
Y como se odiaban, se alejaron. Y al alejarse, crearon un punto intermedio. Nació un tercero. Un equilibrio entre ambos. Un equilibrio que, como sus padres, era omnipotente. El ocaso entre la noche y el día. El gris que no es ni blanco ni negro. La penumbra que separa la luz más brillante de las sombras más oscuras. La vida que, por naturaleza, acaba en muerte que es, a su vez, fuente de vida.
Y entonces, el tercero, el equilibrio, estableció la norma de que ninguno de los otros dos podría intervenir en los mundos que la guerra entre ellos había dejado a su paso y, así, el Libre Albedrío se encargaría de decidir qué semilla, si la de uno u otro, era más poderosa en los seres que los habitaban. Porque sí, tras tanta guerra entre creación y destrucción, lucha de luz contra oscuridad, enfrentamiento antagónico... Surgió, entre otros muchos, este mundo.
Y para asegurarse de que el equilibrio se mantenía, el tercero dejó una parte de sí en cada mundo obligando a los otros dos a respetar una tregua impuesta mientras se convertían en espectadores del desenlace de una historia en la que ya habían escrito la introducción y habían dejado indicado el nudo.

lunes, 3 de octubre de 2011

Tercera canción incoherente (o Noche de luna roja)

Luna de roja bruma, Maestra secreta
y cuarto de esta creciente soledad.
Luna de luz oscura, esta noche te pido
llevarme allí donde tú estás,
porque aquí...


Aquí,
me corta el aire de su ausencia
junto a mí.
Me quema el aire que respiro
si no respira junto a mí.
Aquí,
necesito que me abraces al dormir.


Luna, tu cara oculta está llorando
lágrimas frías que cortan sin piedad
porque aquí...


Aquí,
me corta el aire de su ausencia
junto a mí.
Me quema el aire que respiro
si no respira junto a mí.
Aquí,
necesito que me abraces al dormir.


Necesito que me abraces al dormir.
Necesito que me abraces al dormir.
Necesito que te duermas junto a mí.

sábado, 1 de octubre de 2011

¿Cuánto tiempo seguirás con esta incoherencia?

¿Cuánto tiempo vas a estar ahí sentado,
cuánto tiempo vas a esperar,
cuánto tiempo más dirás 'no pasa nada',
antes de empezar a llorar?


No quiero ver caer esas lágrimas
que guardas en su caja de cristal,
ni ver cómo se funden tus pupilas
entre mil miradas de agua con sal.


¿Cuánto tiempo seguirás ahí dormido,
cuándo te vas a despertar?
¿Cuánto tiempo más rechazarás mi ayuda
antes de empezar a llorar?

No quiero ver caer esas lágrimas
que jamás quisiera coleccionar,
ni ver cómo se hielan tus pupilas
entre mil brumas de frío polar.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Incoherencia recordada


Y es en estos momentos cuando adoro mi cerebro... Que tras trabajar en un segundo plano todo el día, aunque no ha sido capaz de recordar lo que había olvidado -solo recordó fragmentos-, sí recordó que un día, hace mucho, había enviado ésto por correo:

Me dije que no volvería a entregar mi corazón en bandeja de plata,
 sin condiciones, ni premisas, ni esperanzas guardadas.
Me dije que nunca más volvería a dejarme la vida en una batalla perdida.
Me dije que aquella sería la última vez que lloraría...

Me dije tantas cosas... Y ahora...

Moriría por borrar de un suspiro
esta distancia infinita de aire vacío
que separa tu sentir del mío.
Viviría para ser el ritmo en tus latidos,
para saber que ésto tiene un sentido
distinto al que me marca el destino.

Me juré que no volvería a sacar de su caja mis pinturas de colores,
ni de mi boca esas palabras, ni de mi voz estas canciones.
Me juré que nunca más volvería a olvidar el dolor que el odio me hacía.
Me juré que aquella sería la ultima vez que sangraría...

Me juré tantas cosas... Y ahora...

Viviría para borrar de un suspiro
esta distancia infinita de aire vacío
que separa tu sentir del mío.
Moriría por ser el ritmo en tus latidos,
por saber que ésto tiene un sentido
distinto al que me marca el destino.

Y ahora...

La distancia se mide en suspiros
que infinitos llenan el aire vacío
para separar tu sentir del mío.

Incoherencia olvidada

Las palabras han muerto en esta distancia
que solo puedo medir en suspiros de aire frío.
Mi recuerdo mantiene su significado caliente,
inmune al gélido paso del tiempo infinito.

Esas palabras mudas se han ido en silencio
dejando un rastro de huellas de aire vacío.
Huellas que me guían con los ojos cerrados
a descubrir el significado que no han perdido.

Recuerdo hablar de promesas rotas por amar,
de distancias medidas en suspiros infinitos,
de no sacar de su caja mis pinturas de colores
y de vivir y morir por ser el ritmo en tus latidos.

Recuerdo su esencia presente en mis dedos.
Recuerdo los latidos de mi corazón al escribir.
Pero no recuerdo cómo bailaban las letras
para cantar aquello que nunca debí decir.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Incoherencia susurrada

Como tú no podías volar, me corté las alas para mirar al cielo a tu lado.


Las estrellas se ven más bonitas desde aquí abajo,


susurré mientras miraba tus pupilas clavadas en lo alto.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Una mañana incoherente


Me despierto. Todavía siento el dolor de piernas que me he ganado a pulso estos días y el agotamiento cargándome la espalda. No sé qué hora es ni, de momento, tiene mucha importancia para mí saberlo. Por desgracia, sí sé dónde estoy. Habría sido un feliz instante ese de desorientación que a veces sufro por las mañanas. La luz, radiante, casi ofensiva para mis ojos, entra por la ventana que anoche me olvidé de cubrir con la espesa cortina azul cielo nocturno. La otra ventana, la que está justo al lado de mi cama, con la cortina completamente echada, mantiene una ilusión de oscuridad que se deshace por momentos, dejándome inmerso en un limbo de penumbra.
Maldición, me he vuelto a despertar. Fuera debe ser completamente de día. En mi estómago, un mordisco de remordimientos me empuja a sacar el brazo izquierdo por encima de las sabanas y echarle un vistazo al reloj. Doble maldición. Es demasiado tarde para hacer alguna de las cosas de la (interminable) lista que tengo archivada en mi cerebro. El lunes me tocará madrugar más de lo previsto.
Café frío y un (nada saludable pero delicioso) croissant relleno de chocolate para desayunar. Echo de menos mis desayunos completos y equilibrados... Espero que me esperen a mi regreso a casa. Al terminar de saborear el último trago de café frío con leche y masticar los restos de azúcar mal disueltos (eso explica el por qué del sabor desagradable del café) me doy cuenta de que es, en realidad, la hora de comer, así que, como mi hipotálamo no funciona correctamente desde que llegué aquí y se olvida de producirme sensaciones tan básicas como sed o hambre, me obligo a ingerir algo acompañado de pan de hace dos días. Qué más da, ni a mi boca ni a mi estomago les importará demasiado la diferencia.
Espero que mis mañanas no sean todas así a partir de ahora.
Abro la ventana. Un poco de aire fresco, aunque en días de verano tardío como los de hoy sea solo una expresión, me sentará bien.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Incoherencia acelerada

El viento sopla fuerte detrás de mí, empujándome, haciéndome correr más de lo que puedo. A este ritmo, mis piernas se romperán... Si no lo han hecho ya y voy tan rápido que ni mi dolor puede alcanzarme.


Impulsos eléctricos recorren mis nervios a demasiada intensidad. No siento más que prisa y celeridad. No puedo parar. Necesito un cortocircuito que me noquee al menos veinticuatro horas. Con doce, en realidad, me daría por satisfecho.


Mi cerebro no para de pensar qué más tengo que hacer, cuál es el siguiente paso, dónde tengo que ir, con quién tengo que hablar. Respuestas como ninguno, a ninguna parte o con nadie no son computables.


Si me intento relajar el viento zumba en mis oídos, los impulsos eléctricos tensan más mis músculos y mi cerebro se colapsa de pensamientos que me inundan de ansiedad.


Mañana se presenta tan ajetreado como hoy, como ayer... No quiero que llegue mañana. Al menos, no sin ti.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Una visión incoherente de Cometas Por El Cielo

Pista 1
Un ritmo acelerado, desconocido y a la vez familiar, le da la bienvenida a mis oídos, como diciéndoles cuánto les ha echado de menos. La voz, más la de siempre que nunca, más incluso que cuando era la de siempre, calma con su melodía cargada de fuerza una ansiedad mal disimulada durante demasiado tiempo. 


Pista 2
Los latidos se relajan un instante tras dos minutos y medio de celeridad para dejar paso a la piel de gallina. Bajo las apariencias iniciales se esconde la misma esencia que me enamoró hace tantos años. Bajo las apariencias iniciales, me re-enamoro como nunca de ese espíritu único. El momento más temido, el día cero, se acabó y no puedo estar más satisfecho con el resultado.


Pista 3
Aún con la piel de gallina y el corazón al compás de unas emociones que solo vuestras (y mías por asimilación) canciones consiguen despertar en mí, un ukelele teje una melodía dulce, perfecta para acunar a una letra sencilla y emotiva, pura como una paloma blanca.


Pista 4
La lágrima a punto de escapar decide quedarse a escuchar los siguientes primeros acordes que nos enseñan, a ella y a mí, a volar libres como cometas por el cielo con solo cerrar los ojos y dejarnos llevar por ellos para acabar en un silencio que, de fondo, nos invita a seguir volando.


Pista 5
Multitud de sutiles guiños a historias pasadas me hacen doblar las agujas del reloj para marcar el tiempo solo con mi corazón y serán, seguro, la banda sonora de un momento de mi futuro más próximo. No en vano suelo decir que vosotros le ponéis la banda sonora a mi vida. Esta vez, incluso por adelantado.


Pista 6
Una vez más la voz entra suave y dulce para ganar fuerza compás a compás, sin perder un ápice de emoción. Cada latido impulsa por mis venas un chorro de la melancolía de la que están impregnadas unas palabras destinadas a decirte que te quiero sin piedad.


Pista 7
Un toque a lo Bécquer arranca la siguiente letra, alegre, rápida y llena de promesas de primavera imposibles de romper, adelantándose también a un momento autobiográfico aún por llegar. 


Pista 8
Un punteo melódico de guitarra me introduce en una historia en la que la despedida dura un minuto más. Otro guiño, no sé si intencionado o es algo que solo yo veo, a vuestro pasado y, por tanto, al mío, cierra esta canción y me produce irremediablemente una sonrisa pintada de melancolía. Todo un acierto.


Pista 9
Siento el aliento del viento al desempolvar un amor de verano... Pero no en una postal, si no en un cd. Cinta de casette, en realidad. Y no solo de verano, pues dura hasta hoy, aunque si naciera en un verano (el del 98). Vuestro espíritu, más vuestro que nunca, reflejado en una canción que no puedo evitar sentir como una síntesis de todo lo que sois, de todo lo que me hacéis sentir (como, por ejemplo, que la radio es una orquesta y mi calle es Nueva York...) cada vez que os escucho.


Pista 10
Mientras quede por decir una palabra se que estaréis ahí, a mi lado en la distancia, escribiendo, componiendo, tocando y cantando canciones como ésta. Bella, emotiva, perfecta. Para mí, como una continuación de tu pelo.


Pista 11
Y para terminar, tanto acordes como letra me incitan esta vez a no decir nada, quitarme el sombrero de pensar, las gafas de intelectual, los zapatos de escapar (y los guantes de calcular, si me pongo especial) e irme con vosotros a bailar.

lunes, 29 de agosto de 2011

Incoherencia por un cigarrillo

Siempre pensó que el tabaco era un mal vicio, un hábito que no podría favorecer a nadie. Pero ahí estaba ella, con un cigarrillo encendido entre sus dedos, y no pudo evitar sentirse obligado a tragarse sus propias palabras.
Su piel era del color de la crema de café y, aun a distancia, se le antojaba cálida como el aroma de una cafetera por la mañana. Su sonrisa, entre complice e indiferente, creaba un magnetismo solo evitable justo cuando sus labios buscaban una nueva calada, delicada y dulce como un beso de amor, para caer en el embrujo de su mirada, profunda y misteriosa como la niebla, oscura como la noche y, a su vez, ardiente como el hogar de una chimenea. Su rostro, carita de ángel, enmarcado con un brillante cabello oscuro más corto que el de muchas otras mujeres pero, sin duda, mucho más femenino, delataba sin ningún pudor que escondía alguna intención oculta. Y ese lunar... Mejor no hablar de ese lunar.
Cuando la vio, vestida de blanco, estaba sentada en el suelo de una plaza de color rojo, de noche, con las piernas cruzadas hacia un lado, mostrando aparentemente sin querer una figura que rozaba la perfección, como esculpida con formas suaves y volubles, casi como si fuera del mismo humo que emanaba de aquel cigarrillo que, más que sujetar entre los dedos, los continuaba, como si fuera una parte más de sí misma.
Otra vez esa sonrisa, ese magnetismo.
Otra vez el embrujo de la calada como si fuera un beso.
Su pelo se mecía como el humo que exhalaba mientras echaba la cabeza hacia atrás para que las estrellas se reflejaran en sus pupilas, acentuando su misterioso encanto.
Ella también lo había visto, no se molestó en ocultarlo, pero continuó allí sentada, como si nada, envuelta en su aura mágica de humo gris, hablando y riendo con la gente que la rodeaba, haciéndola destacar aún más al contraste con lo mundano de los otros.
Si no fuera imposible, habría jurado que todo, hasta el más mínimo detalle, estaba perfectamente estudiado para seducirlo. Y quién sabe si así era.

jueves, 25 de agosto de 2011

En esta distancia... Una incoherencia

En esta distancia...

...me falta compartir contigo este calor que me sofoca, sentir sobre mi piel esa mirada que, más que mirarme, me acaricia todo el cuerpo dejando en él un rastro de huellas de fuego. 
...echo de menos esos besos que me regalas y que a su vez me roban un pedacito de alma, dejándome un vacio que solo puedo llenar con alguna otra parte de ti.
...añoro que la calidez de tu aliento inhunde mis pulmones, que el sonido de tu respiración acelerada avive aún más mis latidos y que tus manos recorran el camino antes marcado por tus ojos, ahora clavados en los míos. 
...quiero escuchar tus palabras susurradas en mi oído mientras tu olor me embriaga activando en mi cerebro el impulso irrefrenable de abrazarte con todo mi cuerpo, lo más fuerte posible, hasta conseguir ser solo uno.
...necesito beber de la sal de tus labios y de tu sudor, de la sal de tu cuerpo, para saciar esta sed que tengo de ti y que la distancia no hace más que alimentar con tu recuerdo.

Y sería perfecto si, después de todo éso, pudiera soñar acurrucado entre tus brazos.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Incoherencias que sé

Sé que mi ausencia te habla por las noches. 


Sé que te dice que estoy lejos, haciendo mi vida, viviendo mis aventuras y disfrutando de cada instante. 

Sé que te dice que no te echo de menos tanto como tú a mí. 

Sé que es mi ausencia la que te susurra cosas tristes al oído para que llores, la que ha teñido de gris todas tus pinturas de colores, la que te tortura con canciones melancólicas disfrazadas de mi esencia.

No hagas caso de mi ausencia. Es una mentirosa.

Esta distancia no podrá con nosotros.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Mis incoherencias a distancia

No necesito a nadie que me haga sentir mal,
para sufrir me basto solo yo.
Si tus palabras fabrican mis lágrimas,
no quiero escuchar más tu voz.

Las cosas nunca son tan complicadas;
o confías en mí o simplemente no.
Ni mis ojos son fieles traductores
ni los tuyos tienen siempre razón.

jueves, 14 de julio de 2011

Uno de esos incoherentes días de verano

Hoy es uno de esos días largos e interminablemente aburridos de verano.
hoy es uno de esos días de verano que este año se está olvidando de ser caluroso.
Hoy es uno de esos días vacíos en los que se echa de menos un poco de calor.

Hoy es uno de esos días en los que te echo de menos.

martes, 12 de julio de 2011

Pasajera debilidad incoherente, con resquemor

Por lo que sé de ti, que es más que nada y por tanto más de lo que debería, sigues siendo tan aparentemente racional y sensato como recuerdo.

Es extraño, cuanto menos, estar de acuerdo con alguien con el que, por así decirlo, la relación es inviable y, precisamente por ese motivo, no poder decírselo.

A veces, y solo a veces, me arrepiento de haberte primero maldecido y luego superado y te echo de menos... Pero tranquilo, es una debilidad pasajera, enseguida se va.

Sigue con tu vida, que yo haré lo propio con la mía... Solo espero que nuestros caminos no se vuelvan a cruzar porque pienso que o bien me serías completamente indiferente, o bien trataría de que el karma equilibrara el universo de la forma más cruel posible, no lo tengo muy claro.

viernes, 1 de julio de 2011

El incoherente fin de un ciclo

Y al final, consumido por mis últimas energías, ya inexistentes, me he dado cuenta de que ya se ha terminado un ciclo.

Todo un ciclo.

Al volver a casa y encender la luz, encontrarme unas llaves encima de una mesa bajita, blanca y redonda me dio una de las primeras señales, esmaltada con brillos nostálgicos. La segunda, para ser exactos. ¡Qué pena!, no pude evitar decir con el corazón en una sístole que durante unos instantes fue permanente. Una sonrisa, mi mejor máscara para ocultar lágrimas.

La primera llegó entre agobios y estrés y se confirmó con una imagen en una pantalla; un 5.0 que significaba el 100% definitivo de un adiós dejado atrás, entre sentidos abrazos, unos días antes. Un adiós que significaba, por otra parte, la alegría inmensa de una Licenciada. Yo también me alegro, te lo mereces.

Las demás se precipitarán una tras otra, ahora que me he dado cuenta de que están ahí.

Un ciclo de mi vida. Cuatro años entre estas paredes que me han visto forjar las que son, sin duda, mis más profundas amistades.

Tanto tiempo compartiendo mi vida con una persona a la que he terminado queriendo, sin ser consciente muy bien del proceso, como a la hermana que siempre deseé y nunca tuve, aunque a veces (una vez, en realidad) me apetezca enfadarme con ella porque sí. ¿Quién te hará mimitos en el pelo ahora?, me pregunto. ¿Cómo seré capaz de decirte adiós?

Estas paredes han vivido tanto, tantas cosas que me gustaría llevarme conmigo... Tantos recuerdos de la gente que vivió aquí, de los felinos que destrozaron el sofá, de las lloreras sin sentido en mitad del pasillo, de un mono amarillo de una dimensión paralela, de cierta cántabra (que ya no está solo con cruzar el pasillo) tirada en mi cuarto esperando sacarme al menos cuatro palabras seguidas, de conversaciones puerta a puerta antes de dormir, de la lavadora con complejo de nave espacial, de las tartas de cumpleaños y bizcochos de chocolate...

Tantas cosas buenas y tan pocas malas (por mi parte, solo una con nombre propio)... Que me gustaría no tener que irme nunca.

Pero este ciclo ha terminado. Tengo que ser valiente y no mirar atrás hasta estar seguro de que puedo hacerlo sin que la intensidad de la nostalgia que irremediablemente sentiré me ahogue.

domingo, 22 de mayo de 2011

Otra canción incoherente

Cansado pero sin ganas de dormir.
Mi pasado, mi presente y mi futuro
son solo tiempos alternos tumbado aquí
en esta cama infinita que me aleja del mundo.

No estoy triste pero seguro lloraré.
Estas lágrimas, mi pena y tu ausencia
es todo de lo que creo que me desharé
para estar contigo y decirte al oído:

Si pudiera darte el cielo y los mares de este mundo,
si pudiera demostrarte lo que siento en un segundo.
Si pudiera regalarte cada instante de mi tiempo,
si pudiera, ya lo sabes que lo haría sin dudarlo.
Si pudiera ya lo sabes que lo haría...

Estoy cansado pero te voy a sonreír.
Tus palabras, tus miradas y estos momentos
son cuanto necesito para continuar
estando contigo, diciendo en tu oído:


Si pudiera darte el cielo y los mares de este mundo,
si pudiera demostrarte lo que siento en un segundo.
Si pudiera regalarte cada instante de mi tiempo,
si pudiera, ya lo sabes que lo haría sin dudarlo.



Si pudiera darte el cielo y los mares de este mundo,
si pudiera demostrarte lo que siento en un segundo.
Si pudiera regalarte cada instante de mi tiempo,
si pudiera, ya lo sabes que lo haría sin dudarlo.
Si pudiera, ya lo sabes que lo haría...

Cansado pero sin ganas de dormir.
Mi pasado, mi presente y mi futuro
son solo tiempos alternos tumbado aquí
en esta cama infinita que me aleja del mundo.

miércoles, 27 de abril de 2011

Sólo una incoherencia

No es necesario que diga mi nombre. Los que me conocéis -la mayoría de vosotros- sabéis que mi nombre refleja tan solo un atisbo de lo que puedo llegar a ser. Y para esos -me atreveré a llamar afortunados- que aún no habéis experimentado mi "compañía" -nótese la ironía que vuestro lenguaje ha causado-, está vacío de significado; en el mejor de los casos sería para vosotros sólo un conjunto de letras reunidas más o menos aleatoriamente que conforman una palabra con ligeras connotaciones básicas que otros os han conseguido transmitir al hablar. Bendita empatía humana, la vuestra.

No es necesario, pues, que diga mi nombre. Aunque estoy segura de que tarde o temprano, cuando llegue a vuestro lado, al igual que hacéis al final de vuestras vidas cuando miráis a los ojos a mi hermana mayor -la más mortal de todas mis hermanas-, me reconoceréis de inmediato.

No obstante, por si aún quedan dudas sobre mi identidad, sí puedo deciros que soy esos brazos fríos que te arropan cuando nadie más quiere abrazarte. Soy la voz que te canta en silencio, con melodía de nana, esa tristeza de las eternas noches en vela. Soy ese aliento gélido en la nuca que te para el corazón, el posterior escalofrío que despacio, casi doliendo, recorre tu piel y esa punzada en el pecho que irremediablemente le sigue, inundando tus ojos de esas lagrimas que juraste no dejar salir. Soy esa sensación de vacío imposible de llenar, el sentimiento del náufrago anónimo que se ahoga entre mareas -rara vez menguantes- de gente.

Soy, a fin de cuentas, tu única y más fiel amiga, la que siempre está contigo cuando todos los demás te dejan de lado, la que te escucha y comprende -aun sin que digas nada- cuando nadie más quiere hacerlo, mientras seca tus lágrimas al aire.

Ahora que ya todos sabéis quién soy -aunque no todos seáis verdaderamente conscientes del auténtico alcance de mi magnitud-, no tengo más excusas para retrasar lo que he venido a decir:

Os admiro.

Admiro que aún conmigo a vuestro lado, con mi peso en vuestros corazones, la mayoría sigáis viviendo -unos con más ganas que otros- vuestro día a día. Admiro esa fuerza que sólo vosotros poseéis, eso que os impulsa a seguir aunque todo parezca perdido, esa esencia que a mí me está vedada por ser eterna. Admiro incluso que seáis capaces de deshaceros de mí y me siento orgullosa de los que lo conseguís y de los que me reconocéis -sin duda, porque os he acompañado en algún momento de vuestra vida- en el brillo -ausencia de éste, más bien- de la mirada de la gente con la que os cruzáis, en sus gestos y en sus palabras. Asimismo, me enfurecen aquellos que me infravaloran, que me subestiman o me menosprecian -para ellos tengo reservada mi más intima compañía.

Y me siento orgullosa también cuando alguno de vosotros se enamora de mí y me echa de menos. Me halaga ese toque de nostalgia -no necesariamente positiva- que envuelve vuestros corazones cuando pensáis en el tiempo que estuve con vosotros.

Os admiro, sí. Os admiro y os envidio -aunque ésto no debería decirlo.

Vosotros, humanos frágiles y efímeros, sentís.

Sentís.

Tenéis esa fantástica capacidad de que la cosa mas insignificante os llene de alegría y el don de sobreponeros ante las catástrofes más atroces... Y todo simplemente porque sentís.

Y ahora, dicho algo que me debería haber guardado para mi eterna Soledad, me despido sola, como siempre, víctima de mí misma.

jueves, 24 de marzo de 2011

Notificación incoherente

Ya está muy manido el empezar diciendo que no se sabe qué decir, que no se sabe cómo rellenar un folio en blanco (real o cibernético), y demás fórmulas que todos hemos leído (o peor aún, usado) alguna vez, así que no empezaré escribiendo eso. Empezaré (y probablemente acabe) diciendo que, basándome en previas épocas de "sequía de inspiración" como la que estoy atravesando, estoy seguro de que en algún recóndito rincón de mi cabeza se está formando una incoherencia de esas que me sorprenden a mí mismo y que, llamadme narcisista si queréis, no puedo dejar de leer en una temporada.

jueves, 3 de marzo de 2011

Incoherencia relegada a un n-ésimo plano

Me falta tiempo para perder o me sobran ocupaciones; cuando la rutina oprime, mis incoherencias parecen quedarse relegadas a un segundo, tercero, cuarto... n-ésimo plano.

Echo de menos mis reflexiones incoherentes y mis paseos introspectivos por mi
yo interior.

martes, 18 de enero de 2011

Canción incoherente (o Día de nieve en verano)

Pudiera ser
encontrar en el suelo un boleto premiado,
descubrir un cometa en el cielo estrellado
o estar en secreto a un segundo de ser feliz.

Pudiera ser
esconder algún beso detrás de un sombrero,
explicar en silencio el por qué del momento
de pintar la sonrisa en mi cara...

Pero es tan imposible, tan poco probable,
como un día de nieve en verano.
Encontrarte buscando mi mano en tu mano,
como un día de nieve en verano.
Como un día de nieve en verano.
Como un día de nieve...

No puede ser.
Otra vez me he quedado embobado mirando.
Otra vez he perdido el tiempo soñando
que tus labios rozaban mis labios...

Pero es tan imposible, tan poco probable,
como un día de nieve en verano.
Encontrarte buscando mi mano en tu mano,
como un día de nieve en verano.
Como un día de nieve en verano.
Como un día de nieve...

Era tan imposible, tan poco probable...

Era tan imposible pero está pasando.
Eres mi día de nieve en verano.
Tan poco probable que ahora te canto
eres mi día de nieve en verano.
Como un día de nieve en verano.
Como un día de nieve...