martes, 27 de octubre de 2009

Incoherentes versos de canciones coherentes

Resuena la música del silencio porque es en sielencio cuando escucho tu música, con los ojos cerrados, porque es la única forma de verlo todo, hasta lo invisible del significado de las palabras que se dicen y de las que se entienden por omisión, vestidas de metáfora y adornadas en clave de sol...

Y es entonces cuando le robo una hora al mundo para compartirla con una soledad en la que siempre me acompañas, para invertirla en descubrir la armonía entre tus canciones y mis pensamientos, incoherentemente coherentes, con un orden subjetivo que solo yo entiendo, y no siempre, en medio de un caos absoluto de ires y venires, de blancos y negros, de síes y noes...

...de mosquitos tontos y cafés con sal, de sueños que van en bolsas de hielo al mar, de cielos acostados y besos en el tiempo, de mil rosas para mí, de esas lágrimas que van desde tu cara al mar, de uh-sha-la-las y versos de tu despedida...

...y de cuadros que aún están por colgar, pintados con colores de matices diferentes que marcan un punto de no retorno entre la esencia del ayer y la del hoy, la del mañana, pero que, como casi siempre y aunque algo se muera, será inmortal como un viejo proverbio sobre cómo olvidar.

Y las canciones, tuyas y ya mías por asimilación, seguirán sonando, allí, en un rincón de Nuestra Casa a la Izquierda del Tiempo...

martes, 20 de octubre de 2009

Incoherencias rutinarias

Huele a invierno aunque sea el otoño el acaba de llegar. Tarde, eso sí, pero con su lluvia de hojas amarillas y su viento que desvía el vuelo de las palomas al despegar.

El frío de la mañana revuelve mi pelo peinándome a su aire con un hálito gélido. Utilizo los cristales de los coches aparcados junto a la acera como espejo para comprobar que tenemos gustos diferentes.

El camino hasta clase se hace especialmente largo bajo la lluvia, sobre los charcos. Las luces de los semáforos, ya sean rojas o verdes, parecen tan grises como el cielo.

El único colorido de la calle es el de los paraguas, como si fueran flores de otoño. El mío está perdido, como mi sonrisa. Espero recuperarlo pronto, o tendré que comprar uno nuevo. ¿Venden sonrisas en las paragüerías?

La rutina diaria es más monótona de lo habitual, si eso es posible. A la hora de siempre, con la somnolencia de siempre, me despido de la misma gente de siempre y dejo que la lluvia y el frío me abracen de vuelta a casa, por el camino de siempre.

La tarde se hace interminable; cada "tic" parece que dura quince segundos seguidos de otros quince de "tac" y lo único que se me ocurre en estos momentos es tumbarme y dormir para despertar más desorientado que nunca, perdido en mi propia habitación, el único rincón enteramente mío, supuestamente conocido.

La noche amenaza tormenta, aunque no en la calle. Las predicciones indican que la lluvia mojará mi cara y los truenos resonarán en mi cabeza... Y yo sigo sin paraguas.

Necesito algo que rompa súbitamente la continuidad de mi espacio-tiempo; esa mirada en la distancia que no alcanzo a ver, ese latido que te llevaste contigo, ese beso que parece que nunca llega... Pero, como siempre, lo unico que pasa es el tiempo, de un instante a otro, de hoy a mañana, de otoño a invierno...

De rutina en rutina, pero sin ti.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Banda Sonora de una Incoherencia

Cara A

He viajado en tren, en metro y en bus... Y hasta en tranvía, todo para acercarme al fin de semana de mis sueños, aunque la sesión de cine nocturna se quedara tan solo en un sueño más.

He saboreado lo salado de un beso en el mar y he visto despegar aviones mientras soñaba con volar a lugares lejanos con alguien especial algún día: Roma, Milán, quizá Londres o París...

He comido a lametones, como si fuera un niño, un trocirto de cielo hecho helado que se escurría por el cucurucho de galleta mientras me sacaban una foto.

He aprendido a disfrutar de los masajes, a cocinar con naranjas, a convivir con cactus gigantes y a creer en las coincidencias.

Cara B

Te he olvidado más veces de las que recuerdo y no sé cómo lo haces pero, después de tanto tiempo, aún consigues apropiarte del sentido de algunas de las canciones que hago mías de tanto escucharlas.

He probado a odiarte con la misma intensidad que te he querido, pero odiar y querer no deben ser tan opuestos como parecen a simple vista, porque no se han contrarrestado.

Ahora te quiero sin querer quererte y te odio sin querer odiarte, pero no te olvido, que es lo único que realmente quiero.