miércoles, 18 de agosto de 2010

Incoherencia onírica

Sobre un fondo azul intenso se deshilachan pedacitos de esponjoso algodón blanco. Más cerca, en primer plano, el verde de las hojas se difumina con el aire mientras las briznas más altas de la hierba me hacen cosquillas en los brazos y en el trozo de espalda que mi camiseta ha dejado desnuda, sin querer, al recostarme bajo la sombra de aquel árbol.
Es todo tan onírico que me invita a cerrar los ojos para sentir mejor las caricias del viento, pero tengo miedo de hacerlo y descubrir que todo es un sueño o, por el contrario, que todo es real... Porque en ambos casos, no estás tú.

No sé cuanto tiempo llevo ahí tumbado, pero el verde de las hojas ahora parece negro al contraste con la claridad del blanco perlado de las nubes, que siguen deshilachándose como algodón, y el azul intenso se va apagando según el sol va cayendo contra la línea del horizonte que está justo encima de mi cabeza, detrás del tronco del árbol.

No puede ser un sueño, porque si lo fuera, estoy seguro de que estarías conmigo. Pero tampoco puede ser real, porque son estos lugares, estos momentos, estas complicidades las que estoy guardando para compartir contigo cuando vuelvas, así que no puedo estar aquí disfrutándolas sin ti.

El viento sigue acariciándome cuando decido incorporarme, cambiar la proyección de la escena a una perspectiva más convencional y volver a casa. Mi mente aún no está preparada para divagar entre lo verdadero de los sueños y lo onírico de la realidad sin perderse por el efímero camino que los separa.