jueves, 29 de septiembre de 2011

Incoherencia recordada


Y es en estos momentos cuando adoro mi cerebro... Que tras trabajar en un segundo plano todo el día, aunque no ha sido capaz de recordar lo que había olvidado -solo recordó fragmentos-, sí recordó que un día, hace mucho, había enviado ésto por correo:

Me dije que no volvería a entregar mi corazón en bandeja de plata,
 sin condiciones, ni premisas, ni esperanzas guardadas.
Me dije que nunca más volvería a dejarme la vida en una batalla perdida.
Me dije que aquella sería la última vez que lloraría...

Me dije tantas cosas... Y ahora...

Moriría por borrar de un suspiro
esta distancia infinita de aire vacío
que separa tu sentir del mío.
Viviría para ser el ritmo en tus latidos,
para saber que ésto tiene un sentido
distinto al que me marca el destino.

Me juré que no volvería a sacar de su caja mis pinturas de colores,
ni de mi boca esas palabras, ni de mi voz estas canciones.
Me juré que nunca más volvería a olvidar el dolor que el odio me hacía.
Me juré que aquella sería la ultima vez que sangraría...

Me juré tantas cosas... Y ahora...

Viviría para borrar de un suspiro
esta distancia infinita de aire vacío
que separa tu sentir del mío.
Moriría por ser el ritmo en tus latidos,
por saber que ésto tiene un sentido
distinto al que me marca el destino.

Y ahora...

La distancia se mide en suspiros
que infinitos llenan el aire vacío
para separar tu sentir del mío.

Incoherencia olvidada

Las palabras han muerto en esta distancia
que solo puedo medir en suspiros de aire frío.
Mi recuerdo mantiene su significado caliente,
inmune al gélido paso del tiempo infinito.

Esas palabras mudas se han ido en silencio
dejando un rastro de huellas de aire vacío.
Huellas que me guían con los ojos cerrados
a descubrir el significado que no han perdido.

Recuerdo hablar de promesas rotas por amar,
de distancias medidas en suspiros infinitos,
de no sacar de su caja mis pinturas de colores
y de vivir y morir por ser el ritmo en tus latidos.

Recuerdo su esencia presente en mis dedos.
Recuerdo los latidos de mi corazón al escribir.
Pero no recuerdo cómo bailaban las letras
para cantar aquello que nunca debí decir.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Incoherencia susurrada

Como tú no podías volar, me corté las alas para mirar al cielo a tu lado.


Las estrellas se ven más bonitas desde aquí abajo,


susurré mientras miraba tus pupilas clavadas en lo alto.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Una mañana incoherente


Me despierto. Todavía siento el dolor de piernas que me he ganado a pulso estos días y el agotamiento cargándome la espalda. No sé qué hora es ni, de momento, tiene mucha importancia para mí saberlo. Por desgracia, sí sé dónde estoy. Habría sido un feliz instante ese de desorientación que a veces sufro por las mañanas. La luz, radiante, casi ofensiva para mis ojos, entra por la ventana que anoche me olvidé de cubrir con la espesa cortina azul cielo nocturno. La otra ventana, la que está justo al lado de mi cama, con la cortina completamente echada, mantiene una ilusión de oscuridad que se deshace por momentos, dejándome inmerso en un limbo de penumbra.
Maldición, me he vuelto a despertar. Fuera debe ser completamente de día. En mi estómago, un mordisco de remordimientos me empuja a sacar el brazo izquierdo por encima de las sabanas y echarle un vistazo al reloj. Doble maldición. Es demasiado tarde para hacer alguna de las cosas de la (interminable) lista que tengo archivada en mi cerebro. El lunes me tocará madrugar más de lo previsto.
Café frío y un (nada saludable pero delicioso) croissant relleno de chocolate para desayunar. Echo de menos mis desayunos completos y equilibrados... Espero que me esperen a mi regreso a casa. Al terminar de saborear el último trago de café frío con leche y masticar los restos de azúcar mal disueltos (eso explica el por qué del sabor desagradable del café) me doy cuenta de que es, en realidad, la hora de comer, así que, como mi hipotálamo no funciona correctamente desde que llegué aquí y se olvida de producirme sensaciones tan básicas como sed o hambre, me obligo a ingerir algo acompañado de pan de hace dos días. Qué más da, ni a mi boca ni a mi estomago les importará demasiado la diferencia.
Espero que mis mañanas no sean todas así a partir de ahora.
Abro la ventana. Un poco de aire fresco, aunque en días de verano tardío como los de hoy sea solo una expresión, me sentará bien.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Incoherencia acelerada

El viento sopla fuerte detrás de mí, empujándome, haciéndome correr más de lo que puedo. A este ritmo, mis piernas se romperán... Si no lo han hecho ya y voy tan rápido que ni mi dolor puede alcanzarme.


Impulsos eléctricos recorren mis nervios a demasiada intensidad. No siento más que prisa y celeridad. No puedo parar. Necesito un cortocircuito que me noquee al menos veinticuatro horas. Con doce, en realidad, me daría por satisfecho.


Mi cerebro no para de pensar qué más tengo que hacer, cuál es el siguiente paso, dónde tengo que ir, con quién tengo que hablar. Respuestas como ninguno, a ninguna parte o con nadie no son computables.


Si me intento relajar el viento zumba en mis oídos, los impulsos eléctricos tensan más mis músculos y mi cerebro se colapsa de pensamientos que me inundan de ansiedad.


Mañana se presenta tan ajetreado como hoy, como ayer... No quiero que llegue mañana. Al menos, no sin ti.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Una visión incoherente de Cometas Por El Cielo

Pista 1
Un ritmo acelerado, desconocido y a la vez familiar, le da la bienvenida a mis oídos, como diciéndoles cuánto les ha echado de menos. La voz, más la de siempre que nunca, más incluso que cuando era la de siempre, calma con su melodía cargada de fuerza una ansiedad mal disimulada durante demasiado tiempo. 


Pista 2
Los latidos se relajan un instante tras dos minutos y medio de celeridad para dejar paso a la piel de gallina. Bajo las apariencias iniciales se esconde la misma esencia que me enamoró hace tantos años. Bajo las apariencias iniciales, me re-enamoro como nunca de ese espíritu único. El momento más temido, el día cero, se acabó y no puedo estar más satisfecho con el resultado.


Pista 3
Aún con la piel de gallina y el corazón al compás de unas emociones que solo vuestras (y mías por asimilación) canciones consiguen despertar en mí, un ukelele teje una melodía dulce, perfecta para acunar a una letra sencilla y emotiva, pura como una paloma blanca.


Pista 4
La lágrima a punto de escapar decide quedarse a escuchar los siguientes primeros acordes que nos enseñan, a ella y a mí, a volar libres como cometas por el cielo con solo cerrar los ojos y dejarnos llevar por ellos para acabar en un silencio que, de fondo, nos invita a seguir volando.


Pista 5
Multitud de sutiles guiños a historias pasadas me hacen doblar las agujas del reloj para marcar el tiempo solo con mi corazón y serán, seguro, la banda sonora de un momento de mi futuro más próximo. No en vano suelo decir que vosotros le ponéis la banda sonora a mi vida. Esta vez, incluso por adelantado.


Pista 6
Una vez más la voz entra suave y dulce para ganar fuerza compás a compás, sin perder un ápice de emoción. Cada latido impulsa por mis venas un chorro de la melancolía de la que están impregnadas unas palabras destinadas a decirte que te quiero sin piedad.


Pista 7
Un toque a lo Bécquer arranca la siguiente letra, alegre, rápida y llena de promesas de primavera imposibles de romper, adelantándose también a un momento autobiográfico aún por llegar. 


Pista 8
Un punteo melódico de guitarra me introduce en una historia en la que la despedida dura un minuto más. Otro guiño, no sé si intencionado o es algo que solo yo veo, a vuestro pasado y, por tanto, al mío, cierra esta canción y me produce irremediablemente una sonrisa pintada de melancolía. Todo un acierto.


Pista 9
Siento el aliento del viento al desempolvar un amor de verano... Pero no en una postal, si no en un cd. Cinta de casette, en realidad. Y no solo de verano, pues dura hasta hoy, aunque si naciera en un verano (el del 98). Vuestro espíritu, más vuestro que nunca, reflejado en una canción que no puedo evitar sentir como una síntesis de todo lo que sois, de todo lo que me hacéis sentir (como, por ejemplo, que la radio es una orquesta y mi calle es Nueva York...) cada vez que os escucho.


Pista 10
Mientras quede por decir una palabra se que estaréis ahí, a mi lado en la distancia, escribiendo, componiendo, tocando y cantando canciones como ésta. Bella, emotiva, perfecta. Para mí, como una continuación de tu pelo.


Pista 11
Y para terminar, tanto acordes como letra me incitan esta vez a no decir nada, quitarme el sombrero de pensar, las gafas de intelectual, los zapatos de escapar (y los guantes de calcular, si me pongo especial) e irme con vosotros a bailar.