jueves, 28 de octubre de 2010

Egoísmo con incoherencias

Puedes llamarme egoísta si en este momento te digo que no me importa más espacio que el que ocupan nuestros cuerpos fusionados en un abrazo infinito, que no me importa si fuera hace calor o frío, ni si llueve, nieva o el aire seco corta los labios, si el cielo se ilumina por la mañana o si el sol, al acostarse, se arropa con las nubes convertidas en ascuas doradas que se apagan y tornan grises cuando se duerme.

Puedes llamarme egoísta si en este momento te digo que no me importa más aliento que el tuyo sobre el mío, que no me importa más que la firmeza de tu abrazo arropándome contra el frío, que no me importa si el mar se come a la tierra a bocados feroces, si cuchilladas invisibles la desgarran entre escalofríos violentos o si es sepultada bajo interminables ríos de lava y opacas nubes de ceniza.

Puedes llamarme egoísta si en este momento te digo que no tengo ojos más que para los tuyos, ni oídos más que para el ritmo de tus latidos, que no me importa si nadie ve nada más allá de sus asuntos ni oye más que sus pensamientos, gritados bien alto, para acallar las voces de sus conciencias castigadas sin voto desde hace ya mucho.

Puedes llamarme egoísta si en este momento te digo que ahora, aquí tumbados, después de expresar lo que sentimos en todos los idiomas posibles, no me importa nada, ni siquiera yo mismo. No me importa nada excepto tú.

Puedes llamarme egoísta en este momento. Lo sabes y lo sé. Pero también sabemos que no lo escucharé porque, precisamente en este momento, tu boca, como la mía, solo es capaz de dejar escapar un te quiero.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pregunta incoherente antes de dormir (o al menos intentarlo)

¿Cómo puedo dejar de tiritar si no sé cómo calentar este espacio vacío que es demasiado grande para una cama tan pequeña pero que se me antoja infinita si tengo que compartirla con tu fría ausencia?

Esta noche necesito arroparme con uno de tus abrazos.