lunes, 29 de agosto de 2011

Incoherencia por un cigarrillo

Siempre pensó que el tabaco era un mal vicio, un hábito que no podría favorecer a nadie. Pero ahí estaba ella, con un cigarrillo encendido entre sus dedos, y no pudo evitar sentirse obligado a tragarse sus propias palabras.
Su piel era del color de la crema de café y, aun a distancia, se le antojaba cálida como el aroma de una cafetera por la mañana. Su sonrisa, entre complice e indiferente, creaba un magnetismo solo evitable justo cuando sus labios buscaban una nueva calada, delicada y dulce como un beso de amor, para caer en el embrujo de su mirada, profunda y misteriosa como la niebla, oscura como la noche y, a su vez, ardiente como el hogar de una chimenea. Su rostro, carita de ángel, enmarcado con un brillante cabello oscuro más corto que el de muchas otras mujeres pero, sin duda, mucho más femenino, delataba sin ningún pudor que escondía alguna intención oculta. Y ese lunar... Mejor no hablar de ese lunar.
Cuando la vio, vestida de blanco, estaba sentada en el suelo de una plaza de color rojo, de noche, con las piernas cruzadas hacia un lado, mostrando aparentemente sin querer una figura que rozaba la perfección, como esculpida con formas suaves y volubles, casi como si fuera del mismo humo que emanaba de aquel cigarrillo que, más que sujetar entre los dedos, los continuaba, como si fuera una parte más de sí misma.
Otra vez esa sonrisa, ese magnetismo.
Otra vez el embrujo de la calada como si fuera un beso.
Su pelo se mecía como el humo que exhalaba mientras echaba la cabeza hacia atrás para que las estrellas se reflejaran en sus pupilas, acentuando su misterioso encanto.
Ella también lo había visto, no se molestó en ocultarlo, pero continuó allí sentada, como si nada, envuelta en su aura mágica de humo gris, hablando y riendo con la gente que la rodeaba, haciéndola destacar aún más al contraste con lo mundano de los otros.
Si no fuera imposible, habría jurado que todo, hasta el más mínimo detalle, estaba perfectamente estudiado para seducirlo. Y quién sabe si así era.

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