viernes, 26 de abril de 2013

Rescate incoherente

(...)
-¿Como al principio?
-No

No sé por qué se me ocurrió preguntar si ya sabía que la respuesta no me gustaría. Aunque bien pensado, me guste o no, es lo lógico. El tiempo es como el agua sobre la roca o el viento sobre las dunas del desierto. Fluye impasible, erosiona, cambia, moldea, difumina, atenúa. Así que es imposible que nada sea como al principio.
Es imposible repetir el mismo paso aunque tus pies se posen exactamente en la silueta de las huellas que dejaron tiempo atrás, porque ese primer paso fue eso, el primero. Igual que el segundo siempre será el segundo y será igual de irrepetible que cualquier otro. Ni el suelo ni tú sois exactamente los mismos; el suelo ya ha sido pisado y tú ya tienes la experiencia de haber dado, al menos, un paso. 
Cada momento es único, efímero y pasajero. No tiene sentido intentar hablar de un para siempre porque cada instante es diferente del anterior y del siguiente. O al menos, de un para siempre igual...
Y diferente no tiene por qué significar peor. Ni tampoco mejor. Que no sea como al principio sólo quiere decir eso, que el principio fue el principio y ya no lo es. Nada más.

Y así es como esta vez la razón, a pesar de su constante declaración de guerra no escrita con él, acudió al rescate del corazón.

martes, 9 de abril de 2013

El principio de la historia incoherente empezada por la mitad

Siempre, desde que tenía memoria, le habían gustado los recién nacidos. Su aroma, su delicadeza, la ternura que inspiraban... El milagro de la vida. Y estaba segura de que a su Afín también le gustaban. Por eso formaban tan buen equipo. Por eso siempre comenzaban el día con ilusión, deseando dar la bienvenida a todas esas nuevas vidas grabando su alma en las Gemas Imantadoras para que, con un poco de suerte, cada uno de ellos encontrara su alma gemela, su Afín, y así ser tan felices como era ella.
Al entrar en la última habitación de su turno, después de felicitar con su más sincera enhorabuena a los padres, de uno de los dos baules que ella y su Afín transportaban en la parte inferior de su carrito, sacó una pequeña piedra que parecía un pedazo pulido de cristal rojizo y pidió a la madre, con un gesto delicado, que le dejara sostener a su bebé durante unos instantes.
-Ethan, deja trabajar a la Imantadora -regañó el padre a su hijo de no más de tres años que, lleno de curiosidad, se había acercado demasiado a la mujer que ahora sostenía en brazos a su hermana recién nacida.
-No se preocupe -dijo la mujer con una sonrisa-. No molesta -añadió guiñándole un ojo al pequeño mientras acercaba con cuidado la gema traslúcida de color rojizo a los puntos donde el alma se manifestaba con mayor intensidad: el corazón y la cabeza de la recién nacida.
-Dígannos el nombre de la pequeña -pidió con educación el Afín de la mujer, también Imantador, preparado para rellenar un formulario que sostenía en una carpeta de metal.
-Adda -respondió llena de orgullo la madre, todavía agotada por el esfuerzo del parto.
-Perfecto -dijo automáticamente mientras escribía sobre los papeles.
La mujer dejó con cuidado a una tranquila Adda en el regazo de su madre, que se deshizo en ternura al volver a tener a su niña entre sus brazos, y enseguida procedió a la inscripción del nombre en la Gema:
-Adda, sección tres, noveno día de primavera del trigésimo tercer año del reinado de Garlak -susurró la Imantadora mientras grababa en miniatura sobre la superficie de la gema "Adda-3-9prim-33Garlak" con un preciso y afiladísimo punzón de metal especial.
Al terminar todo el procedimiento, de la parte superior del carrito que llevaban cogieron un pequeño cofre de madera de revestimiento acolchado y se dispusieron a guardar en él, con sumo cuidado, la gema, que si se miraba sin prestar atención parecía contener algo en su interior, como una brisa, como un líquido que no se ve pero se percibe moviéndose, como una sombra de luz imaginada, pero que si alguien se detuviera a observar detenidamente, no encontraría nada.