miércoles, 8 de febrero de 2012

La incoherencia de algo esperado

...y lo triste es que no puedo decir que no me lo esperaba.
Esa confirmación es, tal vez, lo que más me pesa.

lunes, 6 de febrero de 2012

Incoherencias que van de la mano de mis noches turbias

Enciendo la luz del baño cuando quería apagar la de la cocina. Algo tan insignificante nunca ha sido la causa de una epifanía tan grande.

El mundo se corrompe bajo mis pies. La tierra llora su desolación con sangre humana, pero es más cómodo cambiar de canal. Los gritos de dolor son tantos y tan fuertes que no podemos evitar preferir oír más que la voz que en nuestros auriculares nos canta que todo va bien. Quiero unirme, ser uno más de esos gritos. Me frustra no poder desgarrarme la garganta en un llanto que haga retroceder aturdido a quien lo oiga. Quiero sufrir y hacer sufrir a partes iguales para transformarme en un alma en pena que no haga nada más que existir, inconsciente de sí misma, hasta el fin de sus días. Pero también quiero luchar. Quiero pegar a puño cerrado, arañar y morder a quien y a lo que haga falta para conseguir vivir el futuro que me merezco. La contradicción es un rasgo tan característico de la condición humana como el odio o el dolor.

Y mientras, me debato entre la preocupación y la rabia. La distancia me quema en el estómago, me ha negado el derecho a abrazarte. Este aire frío es el culpable de que me ardan los pulmones y no pueda gritar. A cada latido, la ira estalla en mis sienes con tanta brutalidad que sólo quiero destrozar a todo aquel que se me ponga por delante; a todo ser, vivo o muerto, que me impida llegar hasta ti. Asesinaría a golpe de soledad a los dueños de las manos que osaran posarse sobre tu cuello desnudo, ahogándote entre gemidos de placer. Y disfrutaría sabiendo que lo último que verían antes de morir sería la sombra de mis actos, oscura e infinita como el abismo al que irán sus almas vacías. Vaya si disfrutaría. El eco de mi risa amarga resonaría a través del cruel silencio de los siglos y nadie, ni siquiera en el más allá, volvería a sentirse a salvo de mí.

sábado, 4 de febrero de 2012

Incoherencias que ya no puedo volver a decir

Ya no puedo decir que soy ese niño bueno que nunca ha roto un plato. 


Ya no puedo mirarte a los ojos sin recordarte a ti llevándote las manos al pecho en un gesto de dolor inhumano causado por unas palabras que no deberían existir en mi vocabulario.


Ya no puedo perdonarme sin ganarme antes tu absolución, la cual no sé siquiera si quiero recibir. Cosas del placer de la culpabilidad, de la autocompasión, del dolor cuando se cree que se merece.


Ya no puedo dar un paso más sabiéndome responsable de tus lágrimas, de tus miradas vacías, de tus ganas perdidas, de tu apatía, de tus sonrisas tristes.


No, definitivamente ya no puedo volver a decir que soy ese niño bueno que nunca ha roto un plato.