lunes, 31 de octubre de 2011

Incoherencia en bruto


Intento ordenar lo que, por definición, es caótico, como un metrónomo que trata de marcar el inexistente compás de los ruidos del tráfico en pleno atasco.
Ínfimo frente a un universo infinito.
Olvidado como la piedra que David no cogió para vencer a Goliat.
Un punto en la lejanía, el último de una recta sin principio ni final que pasa por donde se encuentran los restos del humo que se ha llevado el viento y el recuerdo de las huellas que sobre la arena ha borrado el mar.
Una lágrima de incógnito en una tarde de lluvia sin paraguas.
El peso en el pecho de un grito liberador reprimido.
Un instante perdido, como el último de lucidez antes de caer dormido.
El vacío que deja un adiós de más y un abrazo de menos en una despedida, equiparable al que rodea a esa estrella apagada por las luces de neón de la ciudad en la que el tráfico ahoga los latidos del metrónomo que, en vano, sigue intentando organizar este caos de incoherencias del que están formados mi pensar y mi sentir.

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