miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cuando una incoherencia se vuelve locura

No me conocías lo suficiente, ni yo a ti. Podría haber cambiado de tema o contarte cualquier mentira. Podría haber ganado unos segundos para estructurar en mi cabeza una historia mínimamente coherente y salir del paso o simplemente quedarme callado. Pero no me apetecía inventarme una excusa.

Estoy loco, te dije. Sí, y qué. ¿Hay algún problema con ello? Soy un loco en medio de un mundo de locos. No es tan grave, ¿verdad? ¿O es que por estar loco no puedo ser una persona como todas las demás? ¿No estamos a caso todos un poco locos? ¿Y es que un loco no puede sentir? Puede que no sienta exactamente como se supone que debería sentir, eso es cierto (¿quién lo hace?)... Pero siente, ¿no? ¿No come? ¿No duerme? ¿No se le puede dar un abrazo cuando lo necesita? ¿No puede jugar a querer y ser querido? ¿No escucha música cuando le apetece? ¿No disfruta con una buena película o con un libro de verdad?

¿Que por qué estoy loco, dices? Pues en parte por ser un soñador en un mundo donde soñar sólo está permitido bajo la supervisión de una almohada, en parte por ser un realista-pesimista que no ve más que el lado malo de todo lo que le rodea, pero no de lo que rodea a los demás. Para los demás siempre tengo preparado un bonito y satisfactorio lado bueno de las cosas. Estoy loco porque quise demasiado y aún estoy herido. No pido que la herida se cure; estoy suficientemente loco como para querer recordarla para siempre pero suficientemente cuerdo como para querer que deje de dolerme de una vez.

Aun así, después de esto... No te asustaste y viniste conmigo. Creo que no era el único loco del local.

No hay comentarios:

Publicar un comentario