miércoles, 23 de diciembre de 2009

Incoherencia antes de Navidad

La nieve sucia arropa las calles, enfriándolas, mientras una lluvia falsa cae desde los tejados al fundirse el hielo bajo un cielo azul que va oscureciendo. Las luces de brillantes colores se reflejan en los charcos que horas antes, cuando aún tenían consistencia solida y acolchada, servían de diversión para los niños que sus madres habían envuelto con más y más capas de ropa (ropa que se resignaban a que terminara empapada) hasta las orejas, pero que, entre gritos y risas, y con la emoción del juego, terminaban quitándose en cuanto creían que ningún adulto les veía. La gente patina sobre la acera sin querer y sonríe, a pesar de los pies congelados y la nariz pelada del frío, a medio camino entre tienda y tienda; el tiempo se acaba, mañana es Nochebuena, las bolsas que cuelgan de las manos de los peatones y las prisas lo delata, además del calendario. No tanto los escaparates de los comercios, que llevan con la misma decoración desde octubre... Total, al final las compras siempre se dejan para el último momento, como el espíritu navideño (o antinavideño, dependiendo de cada uno).

El aire frío y húmedo llena mis pulmones mientras contemplo tal estampa y me doy cuenta, entre triste y resignado, de que la Navidad no tiene ningún sentido para mí; me falta esa chispa que enciende las mejillas de los niños, que inunda de ternura el corazón de la abuela al ver llegar a sus nietos a la hora de la cena o que ablanda el carácter más duro. Me falta ese entusiasmo por los villancicos, las luces y los regalos, que, a fin de cuentas, para eso estamos en una sociedad materialista. Me falta un hogar al que volver, una patria que me llame y unas raíces que me retengan. Me falta la ilusión de compartir mis ojos en una mirada al corazón y regalar sin esperar nada a cambio todo ese cariño, esa entrega y ese afecto que tengo miedo de desempolvar por si los pierdo. Me falta volver a ser el que era antes de quedarme atascado para siempre en aquel momento...

Lo que no sé es si ese momento es en el que te conocí y volviste del revés todo mi mundo o en el que te despediste de mí, sin mayor explicación que un adiós, hiriente y silencioso, escrito en un impersonal mensaje de texto.

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