Tú te vas y yo me voy.
Te echo de menos, pero tú a mí... No lo sé.
Prefiero el no saber a la sospecha de la negativa.
En la oscuridad de tu ausencia otra luz me asusta porque me acompaña -como debías hacer tú- en una distancia cualitativamente idéntica a la que nos separa.
Si esta luz que me asusta consigue alumbrarme... ¿Por qué tú no, si juegas con ventaja?
Te odio porque te sigo echando de menos, aunque parece que no te importa...
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