Aquella mañana me desperté pronto. No sería algo extraordinario si no fuera porque era la primera después de muchas de pereza y remoloneo, y más teniendo en cuenta que no tenía nada importante o urgente que reclamara mi consciencia fuera del mundo de los sueños, así que supongo que fue un sexto sentido. Me gusta más pensar eso que atribuirle el mérito a una simple casualidad...
Estaba nevando. La primera nevada de la temporada, y aunque no estaba cuajando ni siquiera en los tejados, me obligó a pegarme a la ventana de mi cuarto a mirar.
Durante lo que para mí fue sólo un momento, me olvidé del frío, del café humeante esperándome en la mesa, de las buenas intenciones respecto a la productividad de mi proeza matutina. Me olvide hasta de mí, y sólo pensaba en lo perfecto que sería ver eso mismo, sentir eso mismo, acompañado de otro calor, otra respiración y otro corazón al compás del mío.
Y cuando la nieve decidió que ya me había distraído lo suficiente, dejó de caer. Entonces me di cuenta de que algo no estaba del todo bien: había querido compartir ese momento con alguien... Pero no me acordé de ti.
Lo que tardan las palabras en dejar de lado su coherencia para adoptar el exacto valor que les quieras dar.
viernes, 30 de noviembre de 2012
jueves, 22 de noviembre de 2012
Incoherencia difícil
El ciclotímico sentimiento de saturación volvía a estar en su punto más álgido. Cada bocanada de aire era, cuanto menos, trabajosa. Las huellas de cada pensamiento escocían como quemaduras recientes y seguramente dejarían cicatriz.
A estas alturas ya debería saber que es mucho más difícil el último momento que el primero.
A estas alturas ya debería saber que es mucho más difícil el último momento que el primero.
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